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PARTÍU CARLISTA: pola defensa de la nuesa tierra

Prensa

Enrique García Rendueles, 50 años de su muerte

Enrique García Rendueles, 50 años de su muerte

La Nueva España

Rodrigo Grossi

20/12/2005  

Muy pocos asturianos recordarán ahora la figura de tantos autores que usaron su llingüa llariega para reflejar en sus composiciones una Asturias en la que la belleza de los campos, el arraigo de las costumbres tradicionales y un cierto sentimiento de nostalgia se une en ocasiones a un suave humanismo lleno de cierta picardía.
Uno de estos poetas asturianos a los que antes nos referíamos fue el gijonés Enrique García Rendueles, sacerdote, profesor de Religión en el Instituto Jovellanos y bibliógrafo, nacido en 1880 en el barrio de Cimadevilla y muerto en 1955, hace ahora, por tanto, 50 años y que bien merece un recuerdo y un homenaje de su villa natal y de toda la Asturias que tiene en él una de las figuras más notables dentro de la tendencia regionalista, precursora y defensora de unos valores que ahora aparecen en, muchos aspectos, reflejados en nuestra autonomía. (...) Ellos supieron ver la rica variedad de los pueblos y regiones de España, pero siempre dentro de una superior unidad en la que todos, siendo distintos, cabemos juntos.
Cursó Enrique García Rendueles los estudios eclesiásticos, Valdediós y Oviedo hasta su ordenación, en el Seminario ovetense donde se ordenó en el año 1903. Estudió la literatura bable y en 1925 dio a la luz en Gijón una obra de extraordinaria importancia para conocer los valores de nuestra literatura regional, obra que llevó por título "Los nuevos bablistas". También es autor de "Jovellanos y las ciencias morales y políticas. Estudio crítico". Sobre el bable escribió artículos en el diario carlista de Oviedo "Las libertades". Nuestro autor, como otros muchos bablistas de la época se inclinaba hacia las ideas regionalistas del carlismo.
En su antología incluye la mayor parte de sus poemas y a autores tan importantes como Caveda y Nava, Juan María Acebal, Teodoro Cuesta, Pepín Quevedo, Pepín de Pría, Fabricio, Marcos del Torniello, etc. Los poetas de su antología aparecen señalados según su pertenencia a las tres variedades esenciales del bable.
García Rendueles es, por otra parte, autor del texto del himno de Covadonga, hecho en 1918 con motivo del duodécimo centenario de la batalla (...)
Fue miembro del IDEA desde 1949. Para su ingreso en el Instituto pronunció un discurso sobre la liturgia popular asturiana.
En su obra hay siempre un intento de difundir el asturiano por todos los campos de la lengua y para conseguir la normalización de la misma.
La Academia de la Llingüa Asturiana publicó en 1987 una edición facsímil de la edición de Xixón de 1925, con un entamu de Álvaro Ruiz de la Peña. El título completo de la obra de Enrique García Rendueles es "Los nuevos bablistas. Las mejores poesías en dialecto asturiano de los poetas del siglo XIX, coleccionadas y anotadas por Don Enrique García Rendueles". Se imprimió la obra en Gijón, en la Imprenta de "La Reconquista", situada en la calle San Bernardo, número 99. La obra está dedicada "A la santa memoria de mi madre y de mi hermano Luis" y en ella se hace un somero estudio del bable y de sus características y variedades esenciales. Al estudiar la etimología de la palabra bable la hace derivar del latín fábula, teoría esta que no parece ser del gusto de otros muchos autores.
En sus poesías canta a la gaita: ¡Hay (sic) gaita melguera, mimosuca gaita!. Cómo del ensame to zumbiu fai gala....
Canta a la luna, a la rueca, a la montera..., tiene villancicos, tiene plegarias a la Virgen, llora con la neña abandonada... y en sus poesías, junto a un magnífico dominio del bable hay siempre profundos sentimientos de ternura hacia aquellos que se mueven en el olvido de la sociedad.
Valgan estas letras como homenaje hacia un autor hoy, cincuenta años después de su muerte, tan olvidado de todos y que bien se merece que Gijón, su patria chica, y Asturias le rindan los honores, sencillos como era él, pero honores que bien se merece. Que su figura y su obra no sean olvidadas.

Una Princesa sofitando la llingua

Una Princesa sofitando la llingua

La Voz de Asturias.

José Luis Piquero

02/11/2005 

Quién lo diba dicir: una princesa española, una Borbón, va tar na manifestación convocada pal prósimu 5 de payares en favor de la llingua asturiana. Entendámonos: nun va tar en persona pero estampó la so firma nel manifiestu del Conceyu Abierto pola Oficialidá (CAO), lo que ye tan valioso o más que figurar físicamente ente la multitú (esperemos que seya una multitú). Ella ye María Teresa de Borbón Parma.

Nun ye la primer vez que traemos a estes páxines la historia del carlismu y la so defensa de les identidaes rexonales. El carlismu nació a primeros del sieglu XIX como un movimientu dinásticu y social. Axuntaba a les capes más populares de la población y a los sectores más reaccionarios de la Ilesia alredor del pretendiente al tronu Carlos María Isidro, hermanu de Fernando VII. A lo llargo de dos guerres civiles, el carlismu intentó consiguir el poder ensin llogralo, llegando a dominar parte del territoriu nacional y estableciendo un mini-estáu propiu dientro d’España, con sé n’Estella, moneda propia y instituciones de gobiernu. Yá nel sieglu XX, el carlismu sofitó al bandu nacional, una ayuda que Franco “agradeció” al final de la contienda fundiendo’l tradicionalismu carlista cola Falanxe. Nos años 60, l’heriede de la lexitimidá carlista, Carlos Hugo de Borbón Parma, empobinó al movimientu hacia la esquierda, consolidando un programa de socialismu autoxestionariu y federalista mui respetuosu pa colos rasgos diferenciales de les comunidaes históriques.

Porque, al pesar de la trayectoria reaccionaria del carlismu na so etapa más floreciente, esti movimientu siempre tuvo una base popular, de defensa de los fueros como signu de llibertá énte’l corruptu centralismu lliberal. Carlos Hugo encauzó esa base hacia posiciones progresistes y neso siguen los carlistes: nel afianzamientu democráticu, nel humanismu, na anti-globalización, nel respetu a la diferencia dientro de la xunidá.

María Teresa de Borbón Parma, conocida como “la Princesa Roja”, hermana de Carlos Hugo, socióloga, profesora y escritora, en consonancia con esi ideariu carlista, va tar el vienres día 5 apoyando al asturianu. Un sofitu que tien un inmensu valir real y simbólicu, masque dalgunos nun quieran velo.

EL MITO DE FAES

EL MITO DE FAES

La Nueva España. Cuencas.

14 de junio de 2005

Un grupo de conservadores compuso en 1934 un poema sobre el carlista más famoso de las Cuencas

En la Asturias de 1934, mientras los mineros querían cambiar el mundo, un grupo de añorantes del antiguo régimen componía en Oviedo uno de los poemas más ripiosos jamás escritos en la región, loando las hazañas de José Faes, un personaje del que prometí escribir hace unas semanas. Como ejemplo, sirvan unos versos: «En la Pasera de Mieres / las mozas están llorando / y hasta el tren que va a la fábrica / silva más triste y más largo, / en el fondo de las minas / las candelas se apagaron / y el Caudal, desde los montes, / trae aguas de amargo llanto...», sin comentarios.

¿Qué quién fue Faes? El carlista más famoso de las Cuencas; allerano, de familia pobre -sus padres labradores y él minero-, un hombre que no quiso conformarse con el papel que le asignó el destino. Al inaugurarse la Escuela de Capataces de Mieres su matrícula estuvo entre las primeras, pero en seguida sobresalió más por lucir su palmito en las romerías que por su aplicación en las aulas y pronto se dio cuenta de que su vida estaba llamada a seguir otros caminos. Así que en 1872, cuando tenía 24 años, se echó al monte y, aunque sus andanzas sólo duraron dos años, tuvo tiempo para convertirse en un mito del tradicionalismo regional.

Seis años de historia
Faes vivió intensamente los seis años de nuestra historia que son hoy seguramente los más odiados por los estudiantes a causa de la densidad de los acontecimientos políticos que se sucedieron vertiginosamente. En septiembre de 1868 una revolución expulsó del país a Isabel II (Borbones en España, jamás, jamás, jamás -dijo entonces el iluso del general Prim); luego, se buscó por toda Europa otra dinastía que trajese aires nuevos al país; por fin llegó un rey italiano, Amadeo de Saboya; después, una República con cuatro presidentes y sus correspondientes gabinetes y, al fin, otra vez de nuevo los Borbones.
Los monárquicos se enfrentaban a los republicanos; los republicanos, que no cesaban de discutir entre federalistas y unitarios, sólo estaban de acuerdo en oponerse a los monárquicos; en Cuba, que aún era española, se mantenía una guerra por la independencia; el movimiento obrero declaraba las primeras huelgas y, encima, el 21 de abril de 1872 volvía a España la guerra civil. Para unos, la segunda del siglo XIX; para otros, la tercera, y para todos, «la carlistada». El motivo volvía a ser la disputa por la Corona que mantenían desde la muerte de Fernando VII las dos ramas de la familia y, en este caso, el pretendiente, nieto de Carlos María Isidro, el primer «rey» de la tradición, se hacía llamar Carlos VII. De nuevo se gritó desde los púlpitos el lema de «Dios, patria, rey» y los más exaltados volvieron a salir con sus trabucos para cazar conejos y liberales, casi siempre en este orden.

Primeros enfrentamientos
Los primeros enfrentamientos tuvieron lugar, como siempre, en el País Vasco y Navarra y, tras ver la primera sangre don Carlos, que había cruzado la frontera por los Pirineos para animar a su Ejército, volvió sobre sus pasos y decidió que era más seguro ver los toros desde la barrera.
Tras unos meses en los que la guerra se mantuvo sólo en la zona del maestrazgo, ante la debilidad del Gobierno republicano que no sabía por dónde empezar a reparar los estropicios, a finales de año se generalizaron los combates en la mitad norte de la Península y por todas partes empezaron a organizarse nuevas partidas. Y en el medio de este maremagno José Faes entraba a tiros en la historia.
Cuentan que Faes era guapo y lo sabía; en unos tiempos en los que costaba encontrar un uniforme para vestir a las tropas, que a veces andaban de madreñas, él lucía un gran capote rojo de sastrería y cuando le apetecía desfilaba montado en un caballo blanco por las calles de Mieres al frente de una sección de lanceros que preparaba para estas ocasiones con lo más granado de sus voluntarios.

Y, además, tenía una voz varonil y un verbo fácil con el que convencía a las gentes sencillas de las bondades que traería el reinado del rey Carlos, a quien los liberales llamaban «el chapas», mote que entonces no tenía la connotación sexual de hoy y, seguramente, se debía a la chapa de metal con la inscripción C. VII (Carlos VII) que sus soldados debían llevar prendida en sus capotes o en sus boinas.

En una ocasión derrotó en el concejo de Lena a una columna de liberales obteniendo numerosos prisioneros y más de doscientos fusiles con los que equipó a su infantería: el primer Batallón de Cazadores de Asturias, formado con mozos de las partidas de Aller, Mieres, Lena y Quirós, que se le fueron sumando. Poco más tarde, en La Romía, deshizo también otro destacamento de guardias civiles y milicianos republicanos a los que también volvió a desarmar.

Su escenario favorito estaba en la entrada sur de Asturias, donde se encargaba a menudo de cortar la carretera de Pajares, que era casi la única comunicación posible con León. El guerrillero se convirtió en una pesadilla para los puestos del Gobierno encargados de la vigilancia de este paso, incendiándolos en varias ocasiones, con lo cual lograba dejar aislada la zona central de la región a veces durante varios días.

Las hazañas de Faes se prodigaron en estos años y se exageraban en la fantasía popular. Además, sus procedimientos también eran novedosos, de forma que se podría decir que introdujo en Asturias el método conocido ahora pomposamente como «secuestro exprés» y que consiste en retener a la víctima unas horas mientras sus parientes buscan el dinero que se solicita para su liberación.
Así lo hizo con varios notables de Llanes -entre otros, el famoso político liberal José Posada Herrera-, después de haber entrado en la villa con sesenta hombres para llevarse de paso tabaco para la tropa, efectos de la Administración de rentas, los mejores caballos de los lugareños y 1.000 duros en efectivo.

Pero como todo el que corre mucho acaba por tropezar, por fin, el 7 de julio de 1874, a la vuelta de una expedición por tierras leonesas, donde había cortado las vías del ferrocarril León-Busdongo, encontró su final en las cercanías de Villarejo frente a un regimiento liberal que tenía su campamento en Ujo.

Rápida batalla
La batalla fue rápida y sangrienta y en aquella ocasión el escapulario que llevaba al cuello con la imagen del Sagrado Corazón y la inscripción «Detente, bala» no pudo cumplir su cometido. Junto a Faes cayeron también sus dos lugartenientes, José María, «El Vizcaíno», y Ramón de Grabelón, y, de paso, cayó también la última posibilidad de resistencia que el carlismo tenía en Asturias.

Le sucedió al mando de los hombres que pudieron salvarse Joaquín González, «Xuacu de la Güeria», aunque nada fue como antes. La velocidad de los tiempos se encargó de convertir a las boinas rojas en anacrónicas y el progreso atropelló la política de sacristía, al menos hasta 1939.
A los pocos meses el ferrocarril de Asturias llegaba ya hasta Pola de Lena y se empezaba a hablar de llevar las vías hasta León, la industrialización seguía su camino imparable y Dios, la patria y el rey se apartaban para dejar camino al socialismo, que empezaba a prender en las Cuencas. El recuerdo del guerrillero se mantuvo adormecido hasta que el empeño de los historiadores del franquismo, necesitados de héroes autóctonos, lo resucitó para engrandecerlo. Ahora, visto con el reposo de los años, debemos colocarlo en su sitio: efectivamente, Faes era valiente, presumido y, además, muy guapo. Sólo eso.

Los Valles Mineros, testigos de la guerra entre carlistas e isabelinos

Los Valles Mineros, testigos de la guerra entre carlistas e isabelinos

La Nueva España

18/04/2005  

Como es sabido, a la muerte del rey Fernando VII en septiembre de 1833, los españoles se dividieron en dos bandos e iniciaron una guerra civil que de una u otra forma iba a prolongarse más de cien años, teniendo su epílogo en el alzamiento militar que puso fin a la II República.

Ideológicamente, los liberales se colocaron al lado de la futura Isabel II, y los conservadores, absolutistas y ultramontanos defendieron la legitimidad de su tío Carlos María Isidro y por ello fueron llamados carlistas. Aunque tenían su mayor fuerza en el muy católico País Vasco- Navarro, contaban también con partidarios que operaban en pequeños grupos guerrilleros repartidos por toda la Península.

Por supuesto las Cuencas no eran una excepción, y así, a los pocos meses de la muerte del rey, ya se habían registrado severos enfrentamientos, como el asalto a la guarnición de Santullano por los restos de la partida que había levantado en Siero Benito Escandón, o la liberación de presos en la cárcel de Pola de Laviana por el cabecilla Baíño, que acabaría muriendo poco después en otro choque con la milicia urbana que operaba en un Mieres que aún no era ayuntamiento independiente.

También en Blimea y Pelúgano se habían producido ataques contra las tropas del Gobierno y por las aldeas se conocían las correrías de Bernardo Sánchez, Argüelles, Castañón y José Villanueva, entre otros. Todos eran seguidores de Dios, la patria y el rey, y todos en el monte como mandaba la tradición.

A los cabecillas lugareños se les unían de vez en cuando otros que llegaban de lejos para seguir azuzando el fuego del levantamiento y que a veces pagaban con su vida la visita a la Asturias liberal. Así, una anotación del libro de defunciones de la parroquia de San Juan en la villa del Caudal recoge en la sepultura el 8 de abril de 1835: «El cadáver de don Facundo Vitoria, que murió el mismo día fusilado en esta villa por caudillo de carlistas. Era de edad de veinte y ocho años poco más o menos. Confesóse por no haber dado lugar a más. Era natural de La Losa, en la provincia de Segovia, y de estado soltero según manifestó».

Se trata de un escurridizo personaje del que no he podido averiguar nada más a pesar de que lo he intentado, antes por los métodos tradicionales (llamadas al cura de La Losa y la bibliografía de la época) y ahora por la moderna internet, por lo que paso el testigo a quienes se interesen ahora por estos temas de nuestra historia local.


Nueva estrategia

En fin, en este ambiente, que se repetía por todo el país, la muerte en Bilbao del mítico Zumalacárregui, invencible caudillo de los carlistas, hizo pensar a sus correligionarios en una nueva estrategia para la guerra: desplazar un ejército hacia aquellas zonas en las que contaban con partidarios para intentar convencer a la población de la bondad de su causa.

De todas las expediciones que se organizaron con este objetivo, la más interesante fue la del general Gómez, en 1836, que constituye una de las gestas militares del siglo XIX menos estudiadas y, sin embargo, más atractivas por su carácter de aventura romántica.

Gómez partió de Amurrio en la madrugada del 26 de junio de 1836 rumbo a Asturias, con el llamado Ejército Real de la Derecha (llamado así no porque coincidiese con su ideología, sino porque existía otro de la Izquierda que avanzaba en dirección contraria), que estaba integrado por menos de tres mil hombres y regresó después de seis meses de marchas y batallas incesantes por toda España, convertido en una leyenda y con más fuerzas que las que tenía en el momento de la salida.

Al día siguiente, tenía en su persecución a los isabelinos de la tercera división del Ejército del Norte, mandada por el general Espartero, que, a pesar de forzar el paso, no pudieron darle alcance antes de que cruzase la cordillera Cantábrica.

Gómez entró en la región por el puerto de Tarna y tras bajar por Campo Caso, Rioseco, Pola de Laviana y Langreo, el 5 de julio ya estaba en Oviedo, donde fue saludado no sabemos de qué manera, ya que mientras los historiadores carlistas recogen que todo el pueblo salió a abrazar a sus libertadores llorando de alegría, los liberales señalan que sólo recibieron el aplauso de la pillería de los mercados y de «todos los curas de las aldeas con sus paraguas».

Lo que conocemos con certeza es que los 1.400 uniformados que mandaba en la capital el coronel Pardiñas la habían abandonado ante la llegada de los carlistas para hacerse fuertes en el puente de Soto, unos kilómetros al Sur, y en espera de los refuerzos de Manso, el capitán general de Castilla la Vieja, que se encontraba acuartelado en Pola de Lena.

Formaban estas tropas isabelinas tres batallones, caballería y voluntarios nacionales a los que el mismo día 6 se les unieron además los regimientos de otros oficiales y una columna de mil hombres mandada por el coronel Losada Mures, que acampó a una legua española de la villa de la flor, distancia que, llevada a metros, quiere decir 5.572 con 7 decímetros.

Los acontecimientos fueron rápidos e inesperados. El 7 de julio, a pesar de que se estaba ya en pleno verano, una espesa niebla cubría toda la franja meridional de Asturias y los carlistas decidieron el ataque antes de que sus enemigos pudieran reforzarse. El marqués de Boveda de Limia, segundo de Gómez, se encontró a los liberales atrincherados en la orilla opuesta, desde donde controlaban el puente y el vado que permitía el paso del río y, encomendándose a Dios pero no al diablo, dirigió sus tropas contra ambos flancos.

En cuestión de minutos el aire se llenó de pólvora y de lamentos y el Nalón se volvió rojo. Cuando los liberales que volvieron a la Pola pudieron hacer recuento se dieron cuenta del importante desastre: les habían hecho 300 bajas y 521 prisioneros, entre ellos siete capitanes y once tenientes, y con ellos todo el armamento abandonado en su precipitada huida.


El otro bando

En el otro bando, 700 fusiles nuevos y munición para diez batallas, contó Gómez en su cuartel provisional de Oviedo. También 85 bajas, pero esto era lo de menos, porque al calor del éxito su ejército había multiplicado aquel mismo día los alistamientos de mozos que le iban a acompañar en su periplo.

Lo que no sabemos es la razón por la que el general Manso no acudió en socorro de las tropas de Pardiñas y decidió permanecer en Pola de Lena. Cuando fue culpado por éste de la derrota, se defendió diciendo que las comunicaciones por Mieres estaban imposibles y que además sus tropas estaban tan cansadas que decidió dejarlas descansar en Lena. El caso es que fue procesado por estos hechos y, a pesar del apoyo que recibió de sus ayudantes de campo, pasó el resto de su vida justificando su falta de actuación en aquella mañana.

En cuanto a Gómez, al día siguiente ya había salido hacia Galicia llevando consigo nada menos que cien carretas de bueyes con el botín recogido en Oviedo, para la desesperación de su perseguidor Espartero, que a las pocas horas entraba en una capital vacía de provisiones y veía alejarse a su presa una vez más.

Sí, ya sé que no puedo escribir sobre carlistas en las Cuencas sin citar al famoso José Faes, pero resulta que no es de esta guerra. Fue abatido en 1874 y su historia merece un relato aparte. Para no cansar en exceso, volveremos a él dentro de unas semanas. Prometido.

XUAN MARÍA ACEBAL, ALCORDANZA

XUAN MARÍA ACEBAL, ALCORDANZA

La Nueva España, 10 de marzo de 2005

Rodrigo Grossi   

El siglo XIX marcará por toda España el resurgir de las lenguas vernáculas como reflejo de unas ideas románticas que, frente al poder unificador del neoclasicismo y el sometimiento a las leyes en el siglo XVIII, exaltaban lo individual y característico de cada pueblo y la libertad en todos los campos de la vida y de la cultura.

Asturias no podía permanecer al margen de las nuevas ideas y verá surgir una generación de autores que cultivarán de forma absoluta una literatura escrita en sus lengua vernácula: el asturiano. Xuan María Acebal y Teodoro Cuesta fueron los principales poetas de esta época, seguirán los pasos de Xosé Caveda y Nava. La muerte les llegó con muy poca diferencia de días: Teodoro Cuesta murió el 1 de febrero de 1895 y Acebal el 17 de febrero de aquel mismo año. Acebal había nacido el 8 de marzo de 1815, se cumplen por tanto, en este 2005, ciento noventa años de su nacimiento y ciento diez de su muerte.

Bien merece que dediquemos un recuerdo a este hombre que tuvo que soportar la amargura del exilio en Francia debido a sus ideas carlistas, motivadas por la lucha sucesoria que se produce a la muerte de Fernando VII entre los partidarios de la reina niña Isabel II, hija del rey fallecido, y los de su hermano Carlos (el Carlos V de los carlistas), que se considera heredero del trono en virtud de la ley Sálica. No serán las guerras carlistas (tres a lo largo del siglo) únicamente cuestión de personas en el trono, sino lucha de ideas entre liberales y tradicionalistas, defensores estos últimos no sólo de valores religiosos sino también de derechos de los habitantes del campo que con la desamortización se vieron en manos de los poderosos capitalistas de la ciudad.

Acebal, que nació en Oviedo, vio frustrada su vocación religiosa a causa de la accidentada vida política de sus días, en la cual las órdenes sacerdotales tuvieron que sufrir los avatares de la actuación gubernamental llevada por ideas falsamente liberales. Tuvo en Oviedo una decidida vida empresarial en muy distintos campos industriales a la vez que colaboraba en los periódicos y revistas del momento. Su obra más importante es «Cantar y más cantar: impresiones de Asturias», publicada después de su muerte, el año de 1911. Fue conocido con el nombre de «Príncipe de los poetas bables». Al triunfar la Gloriosa de 1868 tuvo, como indicamos, que ir al exilio a Francia, donde permaneció varios años.

La Academia de la Llingua Asturiana publicó, dirigida por Miguel Ramos Corrada, la trascripción de un manuscrito que lleva por título «La vida del aldeano», que nos parece interesante porque es el reflejo de las ideas políticas del autor, defensor del hombre del campo como dijimos más arriba.

«La vida del aldeanu» es un antídoto contra la exaltación de la vida rural como lugar de reposo, de tranquilidad y belleza, de paz del espíritu, idea tan típica de nuestra poesía bucólica y muestra de ella es aquel libro que lleva, ya en el siglo XVI, un título tan significativo como «Menosprecio de la corte y alabanza de la aldea», obra de fray Antonio de Guevara, asturiano de las Asturias de Santillana, o incluso, por no citar más, «La aldea perdida», de Armando Palacio Valdés, otro ilustre asturiano mucho más cercano a nuestro tiempo.

Ejemplo bien claro de esta posición de Acebal ante la vida del aldeano es el comienzo de la obra, sus primeros versos:

«Maña muy vieya ye querer pintamos

comu vida feliz la de la aldea.»

y después de contarnos los tópicos de «les fontes gargolando miel», «los paxarinos cantando sus amores» nos asegura que el agua en invierno produce argayos y en verano -cuando hace falta- no brota; los pajarinos sí cantan, pero acaban con la cosecha, mientras las aves de presa y osos, raposos y lobos hacen de las suyas. Por cierto, el problema de los lobos no se ha solucionado todavía y los habitantes del campo astur siguen sufriendo sus actuaciones.

Y entre tanto el aldeano trabaja, sufre, malvende su escasa cosecha y es víctima del prestamista:

«Dani en perres cien rales y en recibu

pon doscientes el perru quei los presta.»

Está bien clara la postura de Acebal, reflejo de sus ideas políticas. Será el hombre bueno que busca el bien para el necesitado y que ahora al cumplirse el 8 de marzo el aniversario de su nacimiento, tiene bien merecidas estas humildes líneas.

Tengo que señalar que Acebal no tiene en Oviedo, su ciudad natal, una calle que lleve su nombre. Sugiero a nuestro Ayuntamiento que ponga fin a este olvido y que el callejero ovetense nos recuerde una figura importantísima de las letras asturianas.

Acebal, que foi un home bon y un bon lliteratu, merez güey, nesti aniversariu, una alcordanza.

 

La manifestación saldrá a las 12.30 de la estación del Norte de Oviedo

La manifestación saldrá a las 12.30 de la estación del Norte de Oviedo

La Nueva España. 05/03/2005

Oviedo
Izquierda Unida, formación política integrada en el Gobierno regional, es uno de los cien colectivos aglutinados en el Conceyu Abiertu pola Oficialidá que convoca hoy una manifestación con el lema «Na reforma del Estatutu, l'Asturianu llingua oficial». La marcha saldrá a las doce y media de la mañana de hoy de la estación del Norte de Oviedo y finalizará en la plaza de la Catedral con la lectura de un manifiesto.
Organizaciones políticas como Bloque por Asturies, Partíu Asturianista, Unión Renovadora Asturiana, Lliberación y Partíu Carlista; sindicatos como CC OO, CSI, SUATEA, USO y UGT; y asociaciones culturales, musicales y otras organizaciones sociales han apoyado la convocatoria de la marcha. Víctor Manuel, José Ángel Hevia, Chechu Rubiera, Manolo Busto, Francisco Llera, Berta Piñán, Fulgencio Argüelles son algunas de las personas que se han adherido a la convocatoria. La Academia de la Llingua también apoya la marcha.

http://www.lne.es/secciones/noticia.jsp?pNumEjemplar=839&pIdSeccion=46&pIdNoticia=266056

D. CARLOS HUGO

D. CARLOS HUGO

La Voz de Asturias.

José Luis Piquero

05/12/2004

 

              La pasada selmana tuvo n’España D. Carlos Hugo de Borbón Parma, presentando un llibru. La noticia nun se pue dicir que saliera gran cosa na prensa. Lóxico. Habrá munchos a los que’l nome nin-yos suene. Carlos Hugo ye’l titular de los derechos dinásticos de la lexitimidá carlista, un rei ensin corona como lo foron los sos antecesores. Amás, el Partíu Carlista ta sumerguyáu dende finales de los años 70 nuna grave crisis política, nun momentu realmente crepuscular. Nostante, si dalgún movimientu social o políticu n’España amosó capacidá de supervivencia esi ye’l carlismu. El partíu ta dispersu, viviendo una esistencia cásique testimonial, con malpenes un puñáu de militantes, dalgunos boletinos y revistes y unos resultaos electorales más que probetayos. Pero alienda. Y va pa 180 años.

 

            La evolución del carlismu resulta fascinante. Nacíu al calor de los movimientos contrarrevolucionarios del absolutismu fernandín, alcontró encarnación na pretensión al tronu del infante Carlos María Isidro, qu’aglutinó a los elementos más reaccionarios de la España d’entós. L’enfrentamientu de carlistes y lliberales dio orixe a dos enconaes guerres nos años 30 y 70 del sieglu XIX y, en ciertu mou, a una tercera yá nel sieglu XX: la Guerra Civil, na que los carlistes supunxeron un gran apoyu pal bandu nacional. Sicasí, n’acabando la guerra, Franco unificó al carlismu cola Falanxe en FET y de les JONS, traicionando los ideales tradicionalistes. El carlismu volvióse entós escontra la dictadura y pasó a la oposición.

 

            Baxo la dirección de Carlos Hugo, el movimientu foi evolucionando dende’l tradicionalismu a un socialismu democráticu, autoxestionariu y federalista, desprendiéndose de los elementos más reaccionarios y ultraderechistes. Formaron parte na transición de la Platajunta y más alantre llegaron a integrase n’Izquierda Xunida, coalición qu’abandonaron pa entrar nun rápidu declive.

 

            Los carlistes foron los primeros en defender los derechos territoriales de rexones como Cataluña, el País Vascu o Navarra (los antiguos fueros) y el so federalismu preludia l’autonomismu actual y llévalu tovía más alantre. N’Asturies, el Partíu Carlista defende la oficialidá del asturianu y un estatutu que nos convierta nuna comunidá de primera.

 

            D. Carlos Hugo, conocíu como “el príncipe roju”, un príncipe ensin principáu que nos años 60 llegó a pasar dos meses trabayando d’incógnitu nuna mina asturiana pa conocer de primer mano esa realidá, vien agora a España, avaláu por una trayectoria política exemplar y un llabor como profesor n’universidaes americanes y autor de numberosos llibros. Un personaxe fascinante, ensin parangón na historia recién d’esti país; un verdaderu lluchador poles llibertaes qu’anguaño esfrutamos. Pero, por desgracia, dalguién que pasa cásique desapercibíu. Qué poca memoria, toos nós. Qué pena.

 

EL PARTÍU CARLISTA BUSCA ESPACIU POLÍTICU PAL SO PROYECTU ASTURIANISTA, FEDERALISTA Y D'ESQUIERDES

EL PARTÍU CARLISTA BUSCA ESPACIU POLÍTICU PAL SO PROYECTU ASTURIANISTA, FEDERALISTA Y D'ESQUIERDES

Les Noticies. 18/07/2004

La formación reclama’l reconocimiento plenu de la soberanía del pueblu asturianu y la oficialidá de la llingua y rechaza la Constitución Europea por centralista y ultra-lliberal.

J.L. Piquero  


 

Definense a sigo mesmos como’l partíu asturianista más antiguu. Ye’l Partíu Carlista d’Asturies, federáu con Partido Carlista, una formación que ta resurdiendonel nueso país depués d’un llargu periodu d’ausencia. Nes últimes elecciones xenerales, el PC presentó nel Principáu una candidatura al Senáu, encabezada pol xixonés Javier Cubero, qu’algamo 540 votos. Cubero, estudiante de Historia, ta tamién al frente de las Xuventúes del Partíu Carlista d’Asturies (…) La formación vuelve con ánimos renovaos y un programa de marcáu sesgu asturianista, federalista y d’esquierdes, que reclama’l reconocimientu plenu de la soberanía del pueblu asturianu y de la so cultura, incluyendo la llingua asturiana qu’habría ser oficial. Como explica Javier Cubero, “ocupamos un espaciu políticu equidistante d’Izquierda Xunida y la esquierda nacionalista (...) Respectu a IX y al pautu de gobiernu, los carlistas muéstrense mui críticos: “Izquierda Xunida ya una opción socialdemócrata que cada tiende más al centru, confundiéndose col PSOE. Nun ya d’estrañar la crisis que sufre, yá que ta decepcionando al so electoráu. En cuanto al supuesto federalismu de la coalición, abúltanos que ye namás oportunismu. Pretenden imponer un estáu federal dende riba, por decretu, cuando’l federalismu namás se pue construir dende abaxo, dende la soberanía de los pueblos a partir de l’autodeterminación d’estos(...)”

La cuestión dinástica

Asuntu escambrosu nel programa del PC ye la cuestión dinástica. Pa Cubero, trátase d’una herencia histórica y referencial; la monarquía diba poder ser, en tou casu, un instrumentu d’arbitraxe na construcción del socialismu autoxestionariu y l’estáu federal: “Esti tema esaxeróse muncho. Históricamente, el pesu programáticu nel carlismu nun foi la disputa dinástica sinón les reivindicaciones forales y de la propiedá comunal. Anguaño, nel Partíu hai monárquicos y republicanos. La prioridá pa nós ye’l federalismu y la xusticia social”. El mesmu Carlos VII declarava, yá nel sieglu XIX, que concebía España como una Federación de Republiques Sociales presidíes pola Corona, declaración que pue sonar estraña en boca de cualquier monarca pero non d’un rei carlista, si se conoz la historia.(...) De momentu, les Xuventúes del Partíu Carlista d’Asturies van integrase nel Conceyu Abiertu pola Oficialidá y a afrontar el llabor de siguir creciendo. En mayu pasáu, el Partíu Carlista d’Asturies llanzó un “Manifiestu pola Soberanía de los Pueblos”, nel que se muestra escépticu énte la reforma del Estatutu (mediatizada por “partíos que tienen ente les sos señes d’identidad’l nacionalismu español”) y apostando pol so proyectu federalista y anti-centralista. Una opción política de llarga tradición y, paradoxicamente, nueva y fresca.