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PARTÍU CARLISTA: pola defensa de la nuesa tierra

EL CARLISMO INTELIGENTE

EL CARLISMO INTELIGENTE

La Nueva España

José Manuel Ponte

15/07/2002

Desde muy joven he sentido una gran atracción literaria hacia el carlismo. Supongo que algo habrán influido las lecturas primeras de Valle Inclán. El escritor gallego, que tan magistralmente imaginó aquella corte fantasmal y aristocrática de Estella, hizo del marqués de Bradomín un arquetipo insuperable de la caballerosidad carlista trasnochada. Hay pocos escenarios sentimentales tan hermosos como los que evocó Valle para el carlismo (casas solariegas, paredes blasonadas, rumor de cascos de caballo sobre las losas de piedra, bellas mujeres palpitando de amor y remordimiento tras las ventanas azotadas por el viento y la lluvia, etcétera, etcétera). Las lecturas de la adolescencia marcan nuestra sensibilidad durante mucho tiempo. Quizá por eso siempre tuve la idea ­seguramente equivocada­ de que los ideales más atractivos de la tipología española eran el anarquismo y el carlismo, porque podrían representar mejor que ninguna otra idea un cierto sentido de la utopía quijotesca, es decir, un cierto estilo para no llegar a nada. Andando el tiempo, pude conocer carlistas y descendientes de carlistas, de variados pelajes y cataduras. Pero en todos ellos había un denominador común: ninguno era aburrido y la inmensa mayoría hablaba de una forma grandilocuente, evocadora y algo exagerada. En las familias del Norte, desde Navarra hasta Galicia, era muy habitual tener un antepasado que había sido carlista, y en no pocas casas se conservaban aquellas grandes y características boinas rojas como un recuerdo de gran valor. Creo que de toda la historia del siglo XIX, que tanto se atraganta a los estudiantes, el único personaje al que veíamos con simpatía era el general Zumalacárregui. Y en ello no habrá tenido poca influencia la decorativa boina que llevaba, el bigote que lucía y, por descontado, su condición de carlista recalcitrante. Viene todo esto a cuento de que he leído unas declaraciones de don Carlos Hugo de Borbón Parma sobre la globalización que no tienen desperdicio. Dice el jefe de la dinastía carlista que estamos ante una situación social explosiva porque dentro de pocos años seremos en el mundo 7.000 millones de personas, y de ellas sólo 1.500 millones vivirán en lo que se conoce por Occidente. «Cuando los capitales financieros decidieron saltarse todas las fronteras ­dice­ incorporaron al corazón del mundo occidental los gravísimos problemas que antes estaban en la periferia». Siempre me pareció don Carlos Hugo un hombre inteligente y observador. Durante el franquismo trabajó de incógnito, por un tiempo, en las minas de carbón de Asturias, para saber de la vida del obrero y de la dureza de su trabajo.

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